No necesitó de preguntas, apenas encender su memoria. La nostalgia y los recuerdos. Los buenos momentos que disfrutó haciendo de su vida, un paso intenso de cada momento. Así empieza este relato. Sí. De puño y letra.
“Me llamo Oscar Alberto Chapino. Nací un 23 de octubre de 1945 en Paraná, en la zona de las quintas al sur, en el kilómetro 4, camino a Diamante. Allí me crié con una pelota en la mano, entre jugadores de fútbol y familiares que eran todos futboleros. Viví allí hasta los 3 o 4 años en lo que era la famosa Quinta de los Chapino. Luego me trasladé a la zona de avenida de las Américas y Paracao, donde hice toda mi infancia y donde actualmente me desenvuelvo con una empresa comercial de la tercera edad. En esta zona donde me crié aprendí lo que era una pelota de trapo, conocí la primer pelota de fútbol Sportlandia con gajos cuadrados. Jugábamos partidos barrio contra barrio porque en esa época, 55 años, atrás encontrábamos un campito en cualquier lugar. Había algunas canchas como Club Alsina, Paracao, Argentino Juniors. Eran todas zonas de quintas y teníamos espacios de sobra. Eramos muchos chicos que se desempeñaban tremendamente bien, pero yo aprendí de este deporte con los más grandes, incluso mi viejo que se prendía en los picados. Soy sobrino directo de un gran goleador que tuvo el Club Atlético Patronato.
En aquella época se organizaban unos famosos torneos de baby fútbol en Atlético Neuquén o Talleres donde participaban hasta 150 equipos y era un verano que jugábamos chicos de 7 a 12 años. Es allí de donde salían los grandes jugadores. Mi equipo se llamaba Neuquencito, pero también conformé otro que se denominaba Arco Iris, cuyo delegado era un señor de apellido Mendieta. Buscaba un chico por barrio y hacía una especie de selección. Arco Iris era en esa época de una institución de buenos chicos y jugadores, como lo es hoy el Santos. Fue creado con esa finalidad”.
LOS ESTUDIOS. “Luego llega la época de la escuela primaria que hice en forma completa en la escuela Belgrano, en calle Carbó y 9 de Julio. Decía que ahí ya tenía alma de dirigente, de líder y caudillo. Siempre fui jefe de los grupos. Estaba en sexto grado ya para terminar y fundamos con un grupo de compañeros de 12 y 13 años una jugoteca (1959). Nos dedicábamos a juntar y llevar juguetes a chicos de pocos recursos. Era una actividad que a nosotros nos gratificaba. Organizábamos torneos de fútbol en la escuela. Un día, un señor que estaba parado en la esquina de Carbó y 9 de Julio (Marcelo Pavón), que tenía una librería muy famosa nos vio jugar y me invitó para ir al Club Atlético Belgrano, ya que era el DT de la quinta división. Al principio me negué porque era descendiente de Patronato, todos mis familiares eran hinchas de ese club. Pero al tiempo me convenció y un domingo voy al club Belgrano cuando la entrada era por calle Victoria. Me dan el equipo y jugué el primer partido a las 8.30 de la mañana contra Neuquén. Fueron 4 partidos porque eran para definir un puesto en la tabla. Cuando le dije a mi viejo no le gustó nada que me vaya a Belgrano sabiendo que todos los Chapino eran de Patronato, pero me dio el permiso igual. En ese año, 1959, Belgrano se clasifica campeón de Primera División con aquel famoso equipo de jugadores como Colomba, Medrano, Ferreyra, Jancarí, Carabajal, Caliga Torres, Carita Maidana, el Turco Abud, el Negro Fernández que era de Diamante, Norberto Jacob, Poroto Bauzá, Pocho Montero y la Gaviota Franco, entre otros.
En el año 60 jugaba en quinta a las 8.30, también en sexta a las 9.30 y a las 10.30 en ese tiempo se jugaba en reserva donde a veces actuaba o en la cuarta división por la tarde que era el paso previo a Primera porque en reserva jugaban quienes ya no tenían posibilidades. En esa época entrenábamos para jugar al fútbol, no había otra cosa para nosotros. Hasta lesionados jugábamos porque en el reglamento decía que el único jugador de cancha que podía ser reemplazado era el arquero. En ese año 60 un DT, de apellido Moreyra que incluso fue profesor mío en la Escuela Industrial convoca a Juan Pintos, gran arquero, el Nene Macchi, Tito Cárpena y a mí. Los cuatro debutamos en Primera. Fue gran satisfacción debutar a los 14 años en Primera.
Antes de eso, cuando empiezo la secundaria, íbamos al Parque Berduc y me hago compinche de un amigo, Héctor Velocímetro Ramírez, gran atleta. Y allí fundamos el primer club colegial que se llamó José Hernández. Ya con 14 años llevaba fundado una jugoteca, un club colegial. Tenía ya la vocación dirigencial. En la Escuela Industrial participé en los torneos intercolegiales en atletismo, en 100, 200, 400, 1500 y 3000 metros. Me gustaba hacer un poco de todo. Corríamos en el Berduc o en el Club Estudiantes. Había un gran atleta en 100 metros que se llama Raúl El Mono Dubini hoy dueño de una inmobiliaria. Yo jamás vi un chico tan ligero como ese. En la Escuela Industrial me dedicaba a hacer los torneos de fútbol. En ese establecimiento tuve grandes profesores y todos amantes del fútbol como Rousseaux, gloria de Patronato, a Martino, Ramos, Ekkert (todos ex futbolistas), Castro (jugador de basquetbol). En cuanto al rendimiento escolar era bastante vaguito, me la pasaba organizando torneos de fútbol.
Varios elencos que participaban en esos torneos (Aprendices de la Base o de Ministerio) que organizaba tenían jugadores de Primera División como Banana Mainetti (arquero de Peñarol), los Steckert (Peñarol), los Lenardón (Atlético Paraná), los Del Mestre (Don Bosco), Manolo Moreno, Pepe Prato (Patronato), Luis González, yo y otros.
Eran jugadores de jerarquía, dignos para un seleccionado. Hoy en la actualidad no se si se podrán conformar grupos así. En cambio la Escuela de Comercio era la que sobresalía con el basquetbol, incluso llegaron a hacer campeones nacionales intercolegiales en esa época.
Nuestra locura por el fútbol nos llevó a hacer cosas como pedir permiso para jugar en hora de clases, rabonas en los tiempos del Cine Mayo o la llamada rácula. No hacíamos los piquetes como ahora pero a veces nos quedábamos en la puerta de la Escuela para convencer al resto de los alumnos para no entrar e irnos a patear una pelota. Eran cosas sanas, porque en definitiva de allí se formaron muy buenas personas, habremos tenido épocas buenas, mala o regulares pero salimos excelentes personas y formamos nuestras familias”.
EL RECUERDO DE UNA MAESTRA. “En la escuela primaria tuve una maestra que quería mucho. Se llamaba Laura Baucero de Geoffrey. Ella perdió un hijo y una hija muy jovencitos en un accidente, al igual que el marido. Quedó sola con la nuera y un nieto. Vivía en calle Córdoba y falleció en 2012. Yo todos los 22 de octubre le mandaba un ramo de flores porque era su cumpleaños. Me acordaba siempre porque un día después es mi cumpleaños. Y un día por EL DIARIO me entero que había fallecido, siendo que la nuera siempre me consultaba por uno u otra cosa por su enfermedad. Incluso la visitaba a su departamento. La quería mucho, era mi maestra mimada”.
Oscar tuvo una infancia feliz y lo repite: “La niñez es un sueño, sus años vuelan para nunca volver. Mis recuerdos de esa etapa de mi vida, son lindos e inolvidables, donde los días pasaban lentos aunque disfrutados a pleno. Esos años volaron para nunca más volver, pero es hermoso volver a la memoria y rememorar lo vivido con alegría junto a muchos amigos, donde mi familia que a esa edad fue muy importante, brindándome calor y cariño. Los compañeros que me acompañaron en casi todos los años: Borras, Toledo, Sukfdorf, Ramírez, Sánchez, Cagnani, Gásperi, Chistik, Torrilla, Cabezas, Falcón, Gallussi, Heis, Brunetti.
El plantel de maestras que me tuvo como alumno fue: Primer Grado, Srta. Lucardi, Primero Superior, Sra. Peralta, Segundo Grado Sra. Rodríguez, Tercer Grado, Sra. Geoffrey, Cuarto Grado, Sr. Sobrero, Quinto Grado, Sra. Geoffrey, Sexto Grado Sra. Peralta. Música: Señorita Taleb, Manualidades Sra. Doval de Damonte, Bibliotecaria Sarita Abraham, Vice Directora Srta Elvira D´ Angelo y como maestranza: Eloisa, Siria y Cirilo”.
“En mi memoria se siguen agolpando las remembranzas. Como a mí me gustaba leer, de chico tenía la suerte de comprar la Revista deportiva Goles, que coleccionaba, aunque de vez en cuando hojeaba el Billiken o Mundo Infantil.
En esa época también fui integrante de la Acción Católica en la Parroquia Sagrado Corazón, donde además hacía de monaguillo. Me acuerdo del sacerdote, cura párroco León Van Den Broeck, hombre muy serio y correcto. Allí tenía un amigo que seguía viendo Bocha Penas. Tengo presente alguna gente mayor que trabajaba mucho por la iglesia como los señores Carlos Carrivali, Petiso Gómez, las señoritas D’Angelo y las hermanas Pausich.
Tampoco dejaré pasar las visitas que realizábamos con mis padres al kilómetro 4 donde estaba la quinta Chapino, era un viaje que esperaba con ansiedad ya que allí tenía una buena cantidad de primos, hacíamos más de una travesura y retozábamos de lo lindo. También se armaban unos picados bárbaros entre grandes y chicos.
Sigo recordando y tengo presente los hermosos pesebres que se armaban en el patio de nuestra casa. Cuando era víspera de Reyes preparábamos alfalfa y agua para los camellos de los Magos. Una Navidad tuve una alegría más que grande ya que el Niño Dios me trajo una pelota de cuero con tientos.
Los recuerdos se me van agotando, pero en esta evocación dejé para el final a mis amigos del barrio con quienes compartí muchas horas de juego, en especial, le dábamos a la pelota hasta que aparecía la primera estrella. Consumíamos horas y más horas pateando.
Ahí van algunos de los nombres de mis compañeros de barrio: Lito Vicentín, Neni Gianotti, Gito Schneider, Omar y Carlos Scévola, Chochi Martínez, Tinta, sé que no son todos por lo tanto me disculpo por los faltantes.
También había otros juegos para entretenernos como: el hoyo pelota, torneos de cabecita, indios y cow-boys, no faltaban las bolitas, figuritas y autitos.
En verano había escapadas para bañarnos en un tajamar que teníamos a dos cuadras de casa. Cuando volvíamos de ese chapuzón, enfilábamos a alguna de las quintas de la zona ya que naranjas y mandarinas eran tentadoras y deliciosas. La sed a esa hora de la siesta nos obligaba a realizar la aventura que valía la pena.
Los recuerdos se me van agotando, aunque con la certeza que muchos quedarán en el tintero, cerraré el capítulo con algo que me causaba mucha satisfacción. Era ir a la carnicería de frente a casa de los señores Audisio y Lovera, yo le repartía los pedidos de los clientes. ¿Cuál era mi interés? Al realizar ese trabajo, andar en la bicicleta de reparto que tenían.
Como podrán notar mi niñez fue por demás feliz e inolvidable, eso me lleva a hurgar seguido en el arcón de los recuerdos. Aquella época me marcó a fuego, las enseñanzas de mis mayores hoy me sirven para manejarme en la vida diaria”.
EL DIA ESPECIAL. Oscar Chapino mantuvo su pasión por el fútbol en su adolescencia, que también es recordada. Pero en su primer grabación que realizó recordó especialmente el día que se casó con Alicia Obaid. “Fue el 25 de enero de 1975. La ceremonia tuvo lugar en la Iglesia Sagrado Corazón de Jesús, bendecida por el Padre Di Jacobo. Posteriormente la fiesta se desarrolló en el Círculo de Suboficiales de Aeronáutica, ubicado en calle Rivadavia (hoy Alameda). La luna de miel fue en Córdoba. Grandes momentos de mi vida, y con la compañera de mi vida, con la que tuve dos hermosos hijos. Y hoy disfruto de mis hermosas nietas”, sintetiza con emoción. Sus hijos son Pamela (abogada) y Piero (médico traumátologo). Sus nietas son Agostina, Ernestina (de parte de Pamela y su esposo Gabriel Carrivalli) y Martina (de Piero y Vanesa Baravalle).
Oscar compartió hasta los últimos instantes de su vida momentos con su familia. Y su familia fue sostén para la lucha sin cuartel que libró. Rodeado de afectos y cariño. Ese cariño que quedará para siempre.